martes, 24 de septiembre de 2013

Es todo lo que se puede odiar en un día si no se está.

Odio este frío vigente y constante. Odio el calor que llegará de la primavera que está por envestirnos. Odiaré el verano y el sol y las olas del mar.
Odio llorar. Sorber mis lágrimas y atragantarme de mocos. Sonármelos a escondidas disimulando el estruendo
En estos días odio más el dolor de cabeza. Las náuseas, el vacío de la ingravidez
Odio a Sabina, a Paez, a Aznar, a SantaRosa, a Calamaro, a Milanes, los detesto, detesto sus letras. Sus mundos. Odio este computador convertido en mejor amigo a regañadientes. Odio a IsabelAllende porque pudo escribir Paula y yo aquí enumerando mi propia basura y haciéndolo tan mal. Odio a VargasLlosa porque hizo de una NiñaMala alguien a quien yo ni le toco los talones. Odio no haber leído Rayuela y para poder odiarlo más. Odio a Neruda, porque no puedo evitar leerlo otra vez.
Malditos sean los minutos que se quedan plantados, inmóviles, implacables, sin piedad alguna. Suspendidos sin avanzar ni retroceder.
Qué desesperante la gente que mira, sonríe y pregunta y sofoca. Mientras se trata de no desperdiciar el aliento. De contener el ánimo para que no se nos escape a bocanadas. Haciendo todo para que el metabolismo no nos traicione y toda la energía que nos queda sirva para ponernos en pie y llegar a vomitar en el lugar correcto.
Qué terrible vivir de cuotas diferidas llenas de intereses desproporcionados a la necesidad. Odio la memoria, el arrepentimiento que no sirve nunca, los peros y los también. La nostalgia traicionera que gobierna en los "hubiera". El sueño que se corta para madrugar.
Es todo lo que se puede odiar en un día si no se está.