viernes, 21 de agosto de 2015

Hacía

Hacia tiempo, tanto tiempo que un llanto tonto no me hacia dormir o no me dejaba dormir. Ese cosquilleo malicioso de una lágrima envenenada no dejaba esa huella salada como la pisada de la tristeza que tatúa hasta un cuero curtido. 
Hacía tiempo que una lata barata no me arrullaba y encontraba en ese fondo de metal frío la duda que no se responde ni tomando el último sorbo de ánimo.
Hacía tiempo que ese silencio asqueroso no me aterrorizaba y me ponía la piel de gallina, y que cobarde como soy a veces cuando el tiempo desperdiciado me pone a prueba sólo me atino a escribir algo que sólo yo leeré.
Hacía tiempo que la tristeza, mudada de calle no tocaba mi puerta y como cuando en días echados a perder, sigilosa me recuerda que vivimos en el mismo vecindario.
Hacia tiempo que ya me había olvidado que así se siente. Que no hay rosa sin espina.