viernes, 26 de febrero de 2016

MADRES DIVORCIADAS SIN DERECHO A AMAR Y A SER AMADAS


Mil veces se habla de lo traumático que es el divorcio para los hijos. Poco o nada se habla de lo traumático que resulta el divorcio para la mujer, mucho más que para el hombre y no sólo por lo que significa una separación, sino por lo difícil que se torna para muchas madres rehacer su vida con otro hombre. 

A los hijos no se les prepara para aceptar a una nueva pareja de la madre. Un tanto sí para la del padre. Ellos (los hijos) siguen la vida -con su trauma- creyendo que su madre es una propiedad y nadie les recuerda que cuando ellos crecen, se ausentan de sus hogares con sus parejas y obtienen lo que tanto le negaron a su madre que, atemorizada ante las reacciones de sus hijos, deja pasar los mejores años de su vida alejada de cuanto hombre la pretenda o rompe una relación cuando ésta se torna muy comprometida y "peligrosa" para el bienestar de los niños -o no tan niños- en un sacrificio que nunca valdrá la pena porque, a la vuelta de pocos años, el premio al sacrifico tiene un nombre sin sonido: SOLEDAD. 

Los noviazgos de las madres divorciadas -en medio de la incomprensión de sus hijos- me obliga a reeditar los noviazgos de hijas que tuvieron padres represivos que no aprobaban a ninguno de sus pretendientes. Así, muchas mujeres -incluyo a mi abuela materna que enviudó muy joven y no se volvió a enamorar- vivieron el resto de sus días lejos de las caricias o las bonitas palabras de un hombre enamorado, mientras sus hijos hicieron sus vidas a su antojo junto a una pareja y fueron felices y comieron perdices. 

Por culpa de ese acto egoísta, miles de ancianas solitarias caminan por el jardín de un geriátrico y muchas han muerto de un cáncer producido por la soledad porque, según investigaciones científicas, cáncer y alejamiento van de la mano. El doctor Lisandro López Herrera (internista, endocrino y oncólogo) dijo una vez: "Cada persona tiene el cáncer que se merece". Con esto deduzco que quien no se procura su felicidad, tendrá esa enfermedad que se merece. 

Todo ser humano necesita de una caricia y cuando esto no ocurre la piel se seca y hasta se enferma. De más está decir que los enfermos mejoran cuando alguien se ocupa de ellos y les brinda caricias, sin olvidar que los niños y mujeres maltratados muchas veces aceptan el maltrato porque no soportan la indiferencia. Esto no es nada nuevo, es muy fuerte, pero muy real. Alguna importancia debe tener el sexo cuando, en muchas consultas, el médico pregunta al paciente -hombre y mujer- sobre las relaciones sexuales. 

Llega una edad en que los hijos deben entender que sus padres tuvieron razones muy íntimas para romper la relación y esas razones sólo son de ellos y no de sus hijos. Se les cuenta hasta donde se puede, nunca más de ese límite que pertenece a la ex pareja. 

Desgraciadamente la mujer ha sido educada para sentirse culpable de lo que no es y eso lo explotan los hijos inconscientemente. Hablo por millones de mujeres que todavía están presas en una cárcel hecha con barrotes de culpa que son muy fuertes porque llevan, añadidos, pecados sin sentido ni razón. Existen libros para hijos de padres divorciados, pero no para madres de niños, adolescentes y adultos que ignoran cómo hacerse de una nueva vida sin sentirse mal por ello. Tampoco niego que la soledad -en muchos casos- es un aprendizaje, pero eso es motivo de otro post. 

Abogo por una educación donde a los niños se les enseñe que los padres separados o divorciados no han perdido el derecho a volver amar y ser amados y, que lo contrario, es injusto y de una incomprensión que no se justifica. Es un aprendizaje que nuestros hijos no han recibido ni en sus casas ni en sus escuelas. Hasta ahora, una mayoría de padres y madres han criado hijos posesivos y egoístas que cuando se van de sus casas -junto a una pareja- olvidan que hacen justo lo que ellos no quisieron para sus madres. El padre, por lo general, no vive en casa y padece menos este drama. Además, la sociedad no ve con malos ojos que el hombre tenga un nuevo amor. El terrible “crimen” es femenino y la factura, con un alto precio, la paga la mujer divorciada que en pleno siglo XXI sigue siendo rechazada por algunos trogloditas. 

Me gustaría que alguna mujer me dijera que no sintió miedo cuando decidió decirle a sus hijos que comenzaba una nueva relación que es, casi, como pedirles permiso y esperar una negativa o una muy humana aceptación. El día que los hijos lo vivan, lo entenderán. No soy de las que cree en el amor eterno, a pesar de que pienso que sería lo ideal.